- Si pobre fue la primera aparición de Yugoslavia en los Juegos Olímpicos de Amberes, lo mismo se puede decir sobre los Juegos Olímpicos de París, los cuales fueron celebrados en 1924, entre el 4 de mayo y el 27 de julio. La sede acogió a 3089 atletas de 44 países, 2956 hombres y 136 mujeres. "Citius, Altius, Fortius", que quiere decir "más rápido, más alto, más fuerte". Ese era el eslogan que se utilizó para unas históricas Olimpiadas que, por supuesto, contó con el fútbol como una de las modalidades deportivas.
Yugoslavia acudió con la representación de serbios, eslovenos y croatas, aunque en el fútbol sería diferente la cosa. De la mano del seleccionador Todor Sekulic, a la capital francesa se trasladaron los siguientes jugadores: Dragutin Vrdjuka y su tocayo Friedrich como guardametas; Stjepan Vrbancic, Eugen Dasovic, Andrija Kujundzic y Alfons Pazur como zagueros; Mare Marjanovic, Rudolf Rupec, Janko Rodin, Slavin Cindric y Dragutin Vragovic como centrocampistas; Dusan Petkovic, Dragutin Babic, Emil Perska, Vladimir Vinek, Emil Plazzeriano, Dragan Jovanovic, Artur Dubravcic, Adolf Prcl, Branko Zinaja, Antun Pavlekovic y Stjepan Bocak, como delanteros.
De aquellos muchachos se podían destacar al delantero de descendencia italiana Plazzeriano, al magnífico guardameta Vrdjuka y al bravo defensor croata Rudolf Rupec. Los tres eran nacidos en Croacia, como el resto de los componentes.
En el torneo de fútbol de aquellos juegos participaron 22 países, entre los que no faltaban Polonia, España, Estados Unidos, Checoslovaquia, Uruguay, Hungría y la anfitriona Francia. También participaron países ex-soviéticos como Lituania, Letonia y Estonia, antes de que formasen parte de la Unión Soviética.
A Yugoslavia le tocó vérselas con su bestia negra de aquella época, la selección de Uruguay. En ella se hallaban jugadores de la talla de Héctor Scarone, José Pedro Cea y Perucho Petrone.
Era la segunda participación de Yugoslavia en los Juegos Olímpicos y en el Estadio de Colombes se citó con Uruguay para afrontar la fase preliminar ante algo más de un millar de espectadores. En aquella tarde del 26 de mayo arbitró el señor Georges Vallat (francés), y el equipo nacional yugoslavo salió al campo con los siguientes hombres: Vrdjuka, Vrbancic, Dasovic, Marjanovic, Rodin, Rupec, Babic, Petkovic, Perska, Vinek y Plazzeriano.
Como anécdota previa al encuentro, cabe recordar una charla retadora entre yugoslavos y uruguayos. Mientras los balcánicos se hallaban en su sesión de entrenamiento, los sudamericanos observaban sus movimientos. Uno de los yugoslavos (presuntamente Rudolf Rupec) se acercó a sus rivales para decirles: "Qué pena muchachos que les toque jugar con nosotros!, ¡Vinieron de tan lejos!". Finalmente el partido no le daría la razón al capitán croata.
Vrdjuka encajando uno de los siete tantos marcados por Uruguay en aquella tarde negra para los balcánicos. |
- No fue la tarde del guardameta Dragutin Vrdjuka, que llegó a recibir nada menos que siete goles obra de Vidal, Scarone, Cea, Romano y Petrone, el último por partida doble. Fue un partido de carácter aguerrido y muy competitivo en el que los yugoslavos poco pudieron demostrar, puesto que los charrúas apenas les dieron un momento de respiro. Con aquel 7-0, los yugoslavos quedaron apeados del campeonato olímpico sin poder demostrar el potencial del que muchos hablaban por Europa.
Precisamente fue Uruguay la que consiguió conquistar la medalla de oro tras derrotar por 3-0 a Suiza en la final. Los deportistas yugoslavos llegaron a su país con dos medallas de oro, ambas logradas por Leon Stukelj en la modalidad de gimnasia. La gran selección yugoslava de fútbol tuvo que irse de vacío de la llamada "Capital del amor", que en aquella época se disfrazó de "Capital del deporte".
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